Hace algunos años, muchos años atrás tenia una buena amiga que con el tiempo desapareció, recuerdo que cada fin de año realizábamos una lista con las cosas que queríamos para el nuevo año; lo escribimos minutos antes de las 12 y siempre en alguna ciudad de Perú, guardábamos la lista nueva y la vieja la quemábamos…ella era de esas amistades que se unían a tu plan de aventura con miedo pero se unía, esas amistades que lo saben todo y lo callan todo.
Hace algunos días tuve un sueño, tan real y tan claro de esos momentos pasados y desperté muy triste. Por que uno de las cosas que escribía cada año en mi lista era no perder a mi compañera de viajes.
Pues con los años todos crecemos, cada una empezó a estudiar en lo suyo, cada una empezó a tener nuevas amistades y por lo tanto cada una empezó con nuevos amores, el tiempo pasó y el tiempo se llevó aquella amistad y ahora somos simplemente dos extraños en la tierra.
No es una historia de amor, es una historia de hermandad, es como tus sueños sino los cuidas se pierden, sino los enfrentas se olvidan y eso pasó.
Y con esta larga introducción les cuento por que una ciudad belga, que nunca había ubicado ni de casualidad en alguna lista de viajes, me vino a recordar a esa amistad perdida.
Llegamos a La Roche-en-Ardenne muy temprano, había un castillo por visitar y conocer la historia del «fantasma», el camino hacia la ciudad es de grandes campos, por qué en Junio es más verde por estos sitios, un sol que se dignó aparecer después de varios días de lluvia.
Después de muchas curvas y desniveles llegamos a la ciudad, pequeña pero con alma un río llamado Ourthe que cruza la ciudad que le da encanto y lo hace parecer romántico. Murales y escaparates de quesos y cervezas nos hacía más dinámico el día.
Caminamos hasta lo alto del cerro donde se ubica el Castillo de La Roche en Ardenne ( 5.50€ la entrada), a pesar de los profundos cambios que ha vivido (un proyecto de excavaciones ha permitido abrir nuevas salas y vestigios del s. XV), las ruinas actuales, con sus torres, troneras y mazmorras, conservan la huella de la época feudal y donde también se cuenta la famosa leyenda sobre el fantasma que camina por las noches.
Desde allí puedes tener hermosas vistas de la ciudad, por esta temporada el color verde es el protagonista, pero también lo imagino lleno de nieve con algo de misterio.
Luego de una merecida caminata llego la hora del almuerzo, una pequeña y típica porción de papas fritas eran suficientes para un día en La Roche en Ardenne.
Antes de partir compre un helado y me fui hacia la plaza, sentada en un banco, dos jóvenes, cada una con su mochila conversaban y miraban sus lista de lugares pendientes por conocer; hablaban español (increíble) y nunca olvidare lo que dijeron «debemos terminar la lista que hicimos antes de fin de año, nuestra lista de deseos»…
simplemente voltee, sonreí y me fui camino a casa.
Mili 🙂